Parece que no comparto la opinión del escritor (un maravilloso escritor) uruguayo Mario Benedetti. Ni siquiera le gustan las máscaras del carnaval, un evento muy popular en Sud America. Para mí las máscaras no solo tienen esa apariencia de misterio, pero también en estos días del siglo 21, hay gente, principalmente mujeres, que no quieren ser reconocidas, por ejemplo aquí en mi bitácora.
Máscaras – Mario Benedetti
No me gustan las máscaras exòticas,
ni siquiera me gustan las màs caras
ni las máscaras sueltas ni las desprevenidas,
ni las amordazadas ni las escandalosas.
No me gustan y nunca me gustaron
ni las del carnaval ni las de los tribunos,
ni las de la verbena, ni las del santoral
ni las de la apariencia, ni las de la retórica.
Me gusta la indefensa gente que da la cara,
y le ofrece al contiguo, su mueca más sincera.
Y llora con su pobre cansancio imaginario,
y mira con sus ojos de coraje o de miedo.
Me gustan los que sueñan sin careta,
y no tienen pudor de sus tiernas arrugas
y si en la noche miran, miran con todo el cuerpo,
y cuando besan, besan con sus labios de siempre.
Las máscaras no sirven como segundo rostro,
no sudan, no se azoran, jamás se ruborizan.
Sus mejillas no ostentan lágrimas de entusiasmo,
y el mentón no les tiembla de soberbìa o de olvido.
Quién puede enamorarse de una faz delgada?
No hay piel falsa que supla la piel de la lascivia,
las máscaras alegres no curan la tristeza,
no me gustan las máscaras... He dicho.