El baile de las sábanas blancas
Wednesday, August 26, 2020
“Dormir, según se sabe, es el más secreto de
nuestros actos. Le dedicamos una tercera parte de nuestra vida y no lo
comprendemos. Para algunos no es otra cosa que el eclipse de nuestra vigilia;
para otros, un estado más complejo, que abarca a un tiempo el ayer, el ahora y
el mañana; para otros, una no interrumpida serie de sueños.”
Jorge Luís
Borges
Para mí el
dormir me trae memorias que se revuelven en mi cabeza. Siempre rabiaba de niño
cuando mi mamá quería que yo me acostara a dormir. A veces me decía, “Alex es hora del baile de las sábanas
blancas.”
Las siestas
en las tardes calurosas de los veranos en Buenos Aires me hacen recordar de
Mercedes, nuestra mucama, que yo podía ver a través de las persianas desde mi
cama, colgar la ropa para secar. Combinando esa linda memoria con los cacareos
del gallo de los vecinos calabreses casi puedo rememorarlas con las pocas tardes
calurosas de este Vancouver en agosto.
Ahora por
ser un viejo me levanto varias veces en la noche y voy donde el rey va solo. Me
siento por varios minutos (como si fuera mujer) para hacer lo que ántes hacía
como el hombre que fui, parado.
Una ventaja
(quizá desventaja) es que al despertarme me acuerdo del sueño del momento (casi
siempre una pesadilla) y puedo decirme, “Es sólo un sueño, la realidad es más
benigna.”
Duermo con
el placer de tener a mi Rosemary a mi lado con los dos gatos, hermanitos, Niño y
Niña, allí están buscando un lugar cómodo entre las piernas.
En un
pasado casi remoto acostumbraba llevar mujeres bellas a hoteles de nefasta
reputación y les tomaba fotos con mis cámaras Nikon FM-2 con película ultra
rápida. Aquí dos imágenes lindas y sensuales de Katheryn.
At Seventy-Seven it is time to be in earnest
Tuesday, August 25, 2020
| August 23, 2020 - Age 77
|
Not a selfie - a self-portrait it is
Somehow the beginning of what will probably be a long and
serpentine blog happened in the early 90s when writer Sean Rossiter and I were
having a beer at the Marble Arch a Vancouver strip club. With an exotic
exposing most of her body behind us I said to Rossiter, “Beaver.” He chuckled. I then corrected my one word to, “I mean the de Havilland Beaver.”
From that first chuckle we decided that we would pitch a
story about the DHC-2 Beaver to Charles Campbell, Editor of the Georgia Straight.
Campbell not only approved of the story but it also became a
cover story for us.
On October 13, 1996 I was given a dedicated copy of The Immortal Beaver – The World’s Greatest Bush Plane by Sean
Rossiter. The book was published by Douglas & McIntyre.
On October 21, 1996 at 2PM a pleasant but frumpy woman,
Baroness James of Holland Park (P.D. James), summoned me to the window of her
Holiday Inn – Harbour Side Hotel room and asked me, “Alex what’s that?”
I then went into a very long explanation of what the de
Havilland Beaver was and how it had been so important into opening up the
remote parts of our province. P.D. James was 76 years old. | P.D. James
|
In 1999 she published Time
to Be in Earnest: A Fragment of Autobiography Faber & Faber, London
1999 ISBN 0-571-20396-5.
The significance of that book is twofold. Dr. Samuel Johnson
is quoted as saying, “77 a time to be in
earnest”.
I photographed James when she was 76. Samuel Johnson died
when he was 75 so what could he have known about being 77?
That whole story would have ended right here.
Except in my car, on my way to pick up my Rosemary in
Pemberton, I listened to Eleanor Wachtel in CBC’s Writers and Company on a repeat broadcast from 2000 with P.D.
James. Podcast with P.D. James
James mentioned the significance of being 77 (she was 80 for
the interview) and how it lead her to
write that reduced autobiography which was and is a re-written diary of that year.
The podcast inspired me to think about the fact that
shortly, on August 31 I will be 78. This means I have time to weigh in.
In September of last year my Rosemary and I went to the
wedding of a niece in Buenos Aires. We enjoyed ourselves. Once the pandemic hit
I have been asking Rosemary almost every night if we will be alive to travel
again once the pandemic fades.
I have an uncertain heart and recently I have been diagnosed
with hypertension. In September I am undergoing a right eye cataract operation.
As Argentines often say, “I am not zero kilometres,
and the warranty is long gone.”
The pandemic has isolated me from in-person, face to face,
conversation with friends. On the plus side this has brought my Rosemary and me
more together and we really depend on the companionship of our brother and
sister cats, Niño and Niña.
In a small and mostly not too literate blog, I have been
writing a diary, certainly not one that P.D. James would write. But what makes
my blog writing these days is its importance since so many of the other things
I used to do have faded. Nobody comes for portraits and I have tried to lure
(and failed) my older granddaughter Rebecca, now 23, since last Christmas to
pose for me with her new knife (my Argentine knife) tattoo.
The spring garden is now a late summer one. The excitement
of the growing season has faded.
That blog and feeding my Rosemary every day is all too
important because of its double singularity.
If by being earnest, Johnson meant one must take stuff
seriously, I am on the money. I am serious, melancholic and on some days I
wonder about the merits of a continuing existence.
Perhaps Johnson knew this and did his best not to confront
77.
There is one aspect of life that has become for me an
obsession. This is the idea that any memory of my past, when I had the
experience before it became a memory, is a memory that I never stopped to
question or think, “One day I am going to look back on this.” There is
something here of a circular time that somehow happens clockwise but not in
clockwise, like Borges said, ”To remember one must first forget.”
Auto Cine
Monday, August 24, 2020
| María Catalina O'Reilly
|
Auto Cine
Me acuerdo
que tenía 8 o 9 años cuando mis padres me llevaron al Cine General Paz sobre
Cabildo para ver Beau Geste. Me quedé
impresionado al ver las murallas almenadas del Fuerte Zinderneuf. Las almenas
estaban ocupadas por soldados con sus fusiles. ¡Al entrar al fuerte averigüé que
todos estaban muertos! Con mi amigo Mario Hertzberg íbamos a un cine
patrocinado para recaudar fondos, por unos sacerdotes capuchinos que estaban construyendo la
Parroquia Santa María de los Ángeles en Coghlan donde vivíamos en la calle de Melián. Veíamos con deleite películas de Tarzán, de Carlitos Chaplín y de El gordo y el flaco.
Mi papá,
por alcohólico, se fue de nuestra casa en Coghlan para vivir solo. Venía los
fines de semanas para llevarme al cine. En Retiro tomábamos el subte y nos
bajábamos en Lavalle. Caminábamos por los cines con programas continuados
buscando películas de conboys, de espadachines
o de guerra. Me acuerdo a ver visto Colt
.45 con Randolph Scott. Después de la película fuimos a Las Cuartetas. Imposible no acordarme de los suaves gritos de los vendedores en los cines,"Bombón helado." La marca era Noel.
Con mi
abuela también iba al cine. Después me llevaba al Roxy a beber unos ice cream sodas de
chocolate. No tengo idea por qué fui con ella a ver 27 episodios de una seríe
llamada Superhombre. Me acuerdo que en el tren a casa, en la estación Retiro
tenía yo (no ella) un dolor de estómago fatal (casi).
Con mi mamá
veía películas como Romeo y Julieta
con Lesley Howard y Norma Shearer. Los gustos de mi mamá eran sofisticados y
fue ella la que me educó a ser un esnob. De alguna manera pude entender El
tercer hombre con Orson Welles y supe y llegué a apreciar todas las películas de
Joseph Cotten.
Una
que nunca me voy a olvidar fue la primera en Cinemascope, El manto sagrado con Richard Burton y
Jean Simmons en el Cine Gran Rex. El acto vivo era una cantante americano
llamado Frank Sinatra.
Solo fue en
México, años más tarde, cuando pude ver (porque me llevó mi mamá) películas con
Luís Sandrini o Libertad Lamarque.
En Buenos
Aires en los 60 tenía una novia que me decía que yo era un pajuerano
empedernido que necesitaba cultura. Con ella vi películas románticas de la
nueva ola francesas. Pero fue cuando me llevó a ver la película japonesa La mujer de la arena que cambío mi idea
de que la mujer era una entidad pasiva en su sexualidad.
En 1968
cuando me casé con Rosemary me acuerdo de dos películas en salas de cine
divinas (Cine Latino, Cine Diana) donde vimos La odisea del espacio y Lawrence
de Arabia. Una película que compartí con mucha alegría con mi Rosemary fue
el Martín Fierro de Leopoldo Torre
Nilsson.
En esos
años mi amigo Raúl Guerrero Montemayor (quizá con la misma opinión de mi Susy
argentina) me llevó a ver películas de Antonioni (me enamoré de Monica Vitti) y
del avant-garde francesas.
Tengo poca
memoria de haber ido a un auto cine. Lo hice seguramente en mis años en St.
Edward’s High School en Austin, Texas. En los 50 el auto (aún no existían
hoteles alojamiento [La Cigarra no es un
bicho]) era el único espacio propio para esos franelazos intensivos de mi
juventud (pocos quizá los puedo contar con algunos dedos de una mano). Como no
tenía auto, un amigo con un Chevrolet 1957 convertible fue para mí un
descubrimiento de las delicias del auto cine. No me acuerdo de la película.
Fue en esos
años que mi mamá me visitó a Austin y fuimos al Austin Theatre sobre la
Congress Avenue. Allí vimos Raintree
County con Elizabeth Taylor, Mongomery Clift y Eva Marie Saint. Tal era la presencia de Marie Saint
que no le hice caso a la Taylor y me enamoré de la rubia. Estoy seguro que esa
rubia fue la que vi cuando conocí a mi Rosemary.
¿Me
pregunto qué haría este vejestorio de 78 en Buenos Aires si me invitara a un
cine mi sobrina María Catalina O’Reilly? ¿Sería yo un mono en la esquína?
Lo que sí
sé es que los dos entablaríamos en una senda conversación en un café, a tal punto,
que los cortados se enfriarían.
Not a Selfie - A Self-Portrait it Is
Sunday, August 23, 2020
| August 23, 2020 - Kitsilano, British Columbia
|
Elfies! - I abhor them with extreme vehemence, particularly
since the self-portrait adopted that new epithet.
In my past, particularly when I had my studio, I sometimes
took my portrait. In most cases I faced a large mirror. This usually occurred on
my birthday (my hospital one of August 31, 1942). My birth certificate states I
was born on April 18 1943. In my native Argentina things happen.
This terrible year of 2020 I have all that time to think and
I believe that I will soon write a blog referring to Samuel Johnson’s famous
quote, “77 a time to be in earnest.”
I am presently 77 and when I write that blog I will use the photograph you see
here. I took it today, August 23, 2020 with my last box of Fuji Instant 3000
film. | August 31 2006 Robson & Granville Studio - Vancouver British Columbia
|
One of my favourite aspects of the portrait is the one taken
with intervals of time. The photograph that I accompany today’s self-portrait I
took on August 31, 2006.
Today’s portrait was very difficult as I could not hang my
heavy mirror on the wall. The studio is small and there is no window light that
I could use to bring Pam’s portrait behind me to more light. But it will do.
|