La Pelirroja en La Plaza San Martín
Thursday, March 23, 2017
La Plaza
San Martín – Jorge Luís Borges
A
Macedonio Fernández
En busca
de la tarde
fui
apurando en vano las calles.
Ya
estaban los zaguanes entorpecidos de sombra.
Con fino
bruñimiento de caoba
la tarde
entera se había remansado en la plaza,
serena y
sazonada,
bienhechora
y sutil como una lámpara,
clara
como una frente,
grave
como un ademán de hombre enlutado.
Todo
sentir se aquieta
bajo la
absolución de los árboles
—jacarandás,
acacias—
cuyas
piadosas curvas
atenúan
la rigidez de la imposible estatua
y en
cuya red se exalta
la
gloria de las luces equidistantes
del leve
azul y de la tierra rojiza.
¡Qué
bien se ve la tarde
desde el
fácil sosiego de los bancos!
Abajo
el
puerto anhela latitudes lejanas
y la
honda plaza igualadora de almas
se abre
como la muerte, como el sueño.
La
pelirroja
“algunas
veces te odio”
dijo muy
suelta de cuerpo
se sentó
en la galería
leyendo
los poemas de Catulo
permaneció
una hora ahí
con mi
libro en sus manos
hombres
y mujeres
pasaban
frente a mi casa
preguntándose
de dónde
un viejo feo
hallaba
tanta belleza
esa
pregunta
tampoco
la puedo contestar
yo
luego
entró
en la
casa
cuando
se acercó a mi sillón
la
agarré del brazo
y la
senté sobre mis muslos
tensos
levantando
mi copa
le dije:
“tomá
un
trago”
“otra
vez vino con güisqui
espero
que no te pongas pesado
con
estas mezclas que hacés”
“decíme
la verdad
¿te
teñís el pelo?”
le
pregunté
“cierra
los ojos
no
mires”
“ahora
abrílos”
dijo
suavemente
estaba
parada
delante
de mí
los
pantalones en el piso
el
calzon en la mano
y lo
juro
su vello
púbico
era del
mismo color
que su
cabello
ni el
viejo Catulo
podría
haber deseado
tanta
y
maravillosa belleza
antes
de
volverse senil
por
muchachos tiernos
que no
poseen
la
necesaria locura
para transformarse en mujeres.
Charles Bukowski