Mi mamá según ella no era una mujer bella. Se creía fea. Siempre estuve en desacuerdo. Para empezar ella tenía piernas hermosas que de alguna manera heredó mi Rosemary. Pero yo también tuve y tengo lindas piernas. Con mi mamá también compartíamos lindos pies. Pies que por ser de tamaño normal cabían en cualquier zapato sin rozaduras y nunca tuvimos callos.
Hace unos años hice un reportaje para una revista de viaje de una visita al interior del estado de Florida. Me ofrecieron un masaje completo en un hotel pero no me atreví y escogí una pedicura. Me pusieron en un salón con varias mujeres. Todas tenían sus pies en el agua. Tan pronto mi pedicurista vió mis pies, que todas las mujeres se vinieron a admirar mis pies “sin pecado concebidos”.
Susan, la mujer con la cara de otro siglo en esta bitácora, no se echa para atrás con sus pies.
Pies Hermosos – Mario Benedetti
La mujer que tiene los pies hermosos
nunca podrá ser fea
mansa suele subirle la belleza
por tobillos pantorrillas y muslos
demorarse en el pubis
que siempre ha estado más allá de todo canon
rodear el ombligo como a uno de esos timbres
que si se les presiona tocan para elisa
reivindicar los lúbricos pezones a la espera
entreabir los labios sin pronunciar saliva
y dejarse querer por los ojos espejo
la mujer que tiene los pies hermosos
sabe vagabundear por la tristeza.