Como soy un viejo verdoso de 78 años los momentos más notables de cualquier día incluyen comer y dormir. Y claro cuidar a mi Rosemary. La idea del sexo no se me ocurre excepto en algún rinconcito de mi cabeza, ya olvidado. Hubo una vez cuando era un rincón muy grande. Ahora me conformo con leer poetas y escritores latinoamericanos que para mí escriben con una sensualidad única de otros siglos y en especial del mío, el siglo veinte. La poesía del uruguayo Eduardo Galeano abre ese rinconcito de mi memoria y mi fotografía de la linda Jacqueline riman perfectamente.
Las trampas del tiempo
Sentada de cuclillas en la cama, ella lo miró largamente, le recorrió el cuerpo desnudo de la cabeza a los pies, como estudiándole las pecas y los poros, y dijo:
–Lo único que te cambiaría es el domicilio.
Y desde entonces vivieron juntos, fueron juntos, y se divertían peleando por el diario a la hora del desayuno, y cocinaban inventando y dormían anudados.
Ahora este hombre, mutilado de ella, quisiera recordarla como era.
Como era cualquiera de las que ella era, cada una con su propia gracia y poderío, porque esa mujer tenia la asombrosa costumbre de nacer con frecuencia.
Pero no. La memoria se niega. La memoria no quiere devolverle nada más que ese cuerpo helado donde ella no estaba, ese cuerpo vacío de las muchas mujeres que fue.
Eduardo Galeano - Bocas del Tiempo.