“Dormir, según se sabe, es el más secreto de nuestros actos. Le dedicamos una tercera parte de nuestra vida y no lo comprendemos. Para algunos no es otra cosa que el eclipse de nuestra vigilia; para otros, un estado más complejo, que abarca a un tiempo el ayer, el ahora y el mañana; para otros, una no interrumpida serie de sueños.”
Jorge Luís Borges
Para mí el dormir me trae memorias que se revuelven en mi cabeza. Siempre rabiaba de niño cuando mi mamá quería que yo me acostara a dormir. A veces me decía, “Alex es hora del baile de las sábanas blancas.”
Las siestas en las tardes calurosas de los veranos en Buenos Aires me hacen recordar de Mercedes, nuestra mucama, que yo podía ver a través de las persianas desde mi cama, colgar la ropa para secar. Combinando esa linda memoria con los cacareos del gallo de los vecinos calabreses casi puedo rememorarlas con las pocas tardes calurosas de este Vancouver en agosto.
Ahora por ser un viejo me levanto varias veces en la noche y voy donde el rey va solo. Me siento por varios minutos (como si fuera mujer) para hacer lo que ántes hacía como el hombre que fui, parado.
Una ventaja (quizá desventaja) es que al despertarme me acuerdo del sueño del momento (casi siempre una pesadilla) y puedo decirme, “Es sólo un sueño, la realidad es más benigna.”
Duermo con el placer de tener a mi Rosemary a mi lado con los dos gatos, hermanitos, Niño y Niña, allí están buscando un lugar cómodo entre las piernas.
En un pasado casi remoto acostumbraba llevar mujeres bellas a hoteles de nefasta reputación y les tomaba fotos con mis cámaras Nikon FM-2 con película ultra rápida. Aquí dos imágenes lindas y sensuales de Katheryn.