Y de sorbitos me cuentes
Tuesday, November 06, 2018
Y de sorbitos me cuentes - María Catalina O'Reilly
¡Qué
bien que llegues! Ando mordiéndome la lengua desde temprano. Hoy me
han contado algo que seguro te va a causar gracia. Confieso que me molestó
durante unas horas. No, no, no digas nada. Ya sé lo que me vas a decir: que me
tiene que afectar menos lo que digan los demás, que tengo que armarme de
paciencia, que si me enojo tanto me voy a arrugar toda. Pero mirá que venir a
inquietar nuestro rincón de paz… ¿Es que no existe el respeto? A esta juventud
la han criado distinto, ya lo decía tu tata. No tienen consideración por sus
mayores.
Pero me
voy por las ramas, ya conocés a tu chinita. ¡Y a vos, que venís del frío, ni te
ofrezco algo caliente! Soy peor que ellos, ¿quién me habrá educado a mí? Dejá
tu campera colgada en el perchero, y acércate a la estufa que te quiero ver
bien.
¡Qué
cambiados que estamos! A tus rasgos los borronea el tiempo; se afinaron tus
labios, te ha cambiado el tranco. Si me pongo a pensar, casi ni me acuerdo de
cómo solían ser.
Y yo… yo
soy siempre la misma, algo más baqueteada también. La voz se me ha cascado, mis
manos parecen rama de árbol viejo; puro nudo y corteza. Mi cintura aumentó
algunos talles y en mi cabeza dicen que algo no anda bien. ¡Pero la gente dice
tantas cosas!
Hoy
estuve rumiando nuestras andanzas de ayer. ¿Te acordás? Éramos los dos tan
chicos, sin otro zapato que el mundo a nuestros pies. ¡Qué añoranzas! El
invierno invita siempre a abrir el baúl de mantas y recuerdos. Y sin embargo,
podés creer, hoy me han dicho que no existen. Dicen que un abril juntaste unos
borcegos, tu mate y el diario. Que ese viernes cruzaste nuestro umbral y ya no
pudiste volver más.
Andá y
deciles que no se vengan con cuenteras, que mi vida con vos no fue producto de
fantasía. Andá, pero antes terminate tu té, que se enfría.
Abotonaste
tu campera, ocultando camisa y parte del pantalón. Qué curioso que sean los dos
del mismo color; no te solía gustar el celeste. Te fuiste otra vez, dejaste tu
taza sin tocar y, junto a ella, de nuevo esa pastilla.
Da igual
–suspiro, tragando la pastilla- mañana será otro día. Y quizás mañana no te
quedes parado junto a mi silla. Quizás hasta cuelgues tu campera y de a
sorbitos me cuentes cómo es que estuvo tu día. Junto a la ventana te
espera, sentada, tu María.