Tu Más Profunda Piel - Julio Cortázar
Sunday, January 08, 2017
Caitlin Legault - Fuji Instant B+W Print |
In this increasingly uniform world of globalization I can
still reach moments of complete separation from all those Starbucks in
Indonesia or MacDonald’s in El Salvador. I can peer into, as an example below,
an erotic story by Argentine writer Julio Cortázar,that is all about a woman’s
skin and Virginia tobacco. That I no longer smoke (pipes and cigars) does not
mean I must abandon my erstwhile erotic view on women smoking and sharing a cigarette
(a pastel papered Balcan Sobranie) with a beautiful woman. I can remember times
when gender was simpler. It was either one or the other. I am now at my age
liberal in my views to accept all those other ones. But I will not let go my memories of the past that involve Argentine writers (in this case Cortázar) in
a café in Paris reminiscing of past and soon to be past love affairs.
It is this uniqueness of thinking in another language
that alleviates the sameness of our present world. In my case it is Spanish and
I must state here that I have not found this lovely story translated into
English. Many of the books in Spanish in Argentine bookstores are Stephen King’s
or Danielle Steel. There is no reason why book publishers in English should
translate Cortázar.
In March, during the spring break Rosemary, our 14 year-old
granddaughter, and I are traveling to Buenos Aires. I want to immerse Lauren
into another culture, different to what she has encountered in trips to Seattle
and places beyond in the United States. It might, I hope, widen her perception
of the world and make her remember one day when I am long dead and gone, that
she once went to this wonderful place where she shared some medias lunas and a submarine
(a tall glass with a long spoon, with a large bar of dark chocolate into which
very hot milk is poured). I am sure she will be a better person for it as will
I be come March.
I explain my personal connection with Cortázar here and my love of Borges and other writers who write in Spanish.
I explain my personal connection with Cortázar here and my love of Borges and other writers who write in Spanish.
Tu más Profunda
Piel – Julio Cortázar
Cada memoria enamorada guarda sus magdalenas y la mía -sábelo, allí donde
estés- es el perfume del tabaco rubio que me devuelve a tu espigada noche, a la
ráfaga de tu más profunda piel. No el tabaco que se aspira, el humo que tapiza
las gargantas, sino esa vaga equívoca fragancia que deja la pipa, en los dedos
y que en algún momento, en algún gesto inadvertido, asciende con su látigo de
delicia para encabritar tu recuerdo, la sombra de tu espalda contra el blanco
velamen de las sábanas.
No me mires desde la ausencia con esa gravedad
un poco infantil que hacia de tu rostro una máscara de joven faraón nubio. Creo
que siempre estuvo entendido que sólo nos daríamos el placer y las fiestas
livianas del alcohol y las calles vacías de la medianoche. De ti tengo más que
eso, pero en el recuerdo me vuelves desnuda y volcada, nuestro planeta más
preciso fue esa cama donde lentas, imperiosas geografías iban naciendo de
nuestros viajes, de tanto desembarco amable o resistido de embajadas con cestos
de frutas o agazapados flecheros, y cada pozo, cada río, cada colina y cada
llano los hallamos en noches extenuantes, entre oscuros parlamentos de aliados
o enemigos. ¡Oh viajera de ti misma, máquina de olvido! Y entonces me paso la
mano por la cara con un gesto distraído y el perfume del tabaco en mis dedos te
trae otra vez para arrancarme a este presente acostumbrado, te proyecta
antílope en la pantalla de ese lecho donde vivimos las interminables rutas de
un efímero encuentro.
Yo aprendía contigo lenguajes paralelos: el de
esa geometría de tu cuerpo que me llenaba la boca y las manos de teoremas
temblorosos, el de tu hablar diferente, tu lengua insular que tantas veces me
confundía. Con el perfume del tabaco vuelve ahora un recuerdo preciso que lo
abarca todo en un instante que es como un vórtice, sé que dijiste " Me da
pena, y yo no comprendí porque nada creía que pudiera apenarte en esa maraña de
caricias que nos volvía ovillo blanco y negro, lenta danza en que el uno pesaba
sobre el otro para luego dejarse invadir por la presión liviana de unos muslos,
de unos brazos, rotando blandamente y desligándose hasta otra vez ovillarse y
repetir las caída desde lo alto o lo hondo, jinete o potro arquero o gacela,
hipogrifos afrontados, delfines en mitad del salto. Entonces aprendí que la pena
en tu boca era otro nombre del pudor y la vergüenza, y que no te decidías a mi
nueva sed que ya tanto habías saciado, que me rechazabas suplicando con esa
manera de esconder los ojos, de apoyar el mentón en la garganta para no dejarme
en la boca más que el negro nido de tu pelo.
Dijiste "Me da pena, sabes", y
volcada de espaldas me miraste con ojos y senos, con labios que trazaban una
flor de lentos pétalos. Tuve que doblarte los brazos, murmurar un último deseo
con el correr de las manos por las más dulces colinas, sintiendo como poco a
poco cedías y te echabas de lado hasta rendir el sedoso muro de tu espalda
donde un menudo omóplato tenía algo de ala de ángel mancillado. Te daba pena, y
de esa pena iba a nacer el perfume que ahora me devuelve a tu vergüenza antes
de que otro acorde, el último, nos alzara en una misma estremecida réplica. Sé
que cerré los ojos, que lamí la sal de tu piel, que descendí volcándote hasta
sentir tus riñones como el estrechamiento de la jarra donde se apoyan las manos
con el ritmo de la ofrenda; en algún momento llegué a perderme en el pasaje
hurtado y prieto que se llegaba al goce de mis labios mientras desde tan allá,
desde tu país de arriba y lejos, murmuraba tu pena una última defensa
abandonada.
Con
el perfume del tabaco rubio en los dedos asciende otra vez el balbuceo, el
temblor de ese oscuro encuentro, sé que una boca buscó la oculta boca
estremecida, el labio único ciñéndose a su miedo, el ardiente contorno rosa y
bronce que te libraba a mi más extremo viaje. Y como ocurre siempre, no sentí
en ese delirio lo que ahora me trae el recuerdo desde un vago aroma de tabaco,
pero esa musgosa fragancia, esa canela de sombra hizo su camino secreto a
partir del olvido necesario e instantáneo, indecible juego de la carne oculta a
la conciencia lo que mueve las más densas, implacables máquinas del fuego. No
eras sabor ni olor, tu más escondido país se daba como imagen y contacto, y
sólo hoy unos dedos casualmente manchados de tabaco me devuelven el instante en
que me enderecé sobre ti para lentamente reclamar las llaves de pasaje, forzar
el dulce trecho donde tu pena tejía las últimas defensas ahora que con la boca
hundida en la almohada sollozabas una súplica de oscura aquiescencia, de
derramado pelo. Más tarde comprendiste y no hubo pena, me cediste la ciudad de
tu más profunda piel desde tanto horizonte diferente, después de fabulosas
máquinas de sitio y parlamentos y batallas. En esta vaga vainilla de tabaco que
hoy me mancha los dedos se despierta la noche en que tuviste tu primera, tu
última pena. Cierro los ojos y aspiro en el pasado ese perfume de tu carne más
secreta, quisiera no abrirlos a este ahora donde leo y fumo y todavía creo
estar viviendo.