Buenos Aires con mi abuela Lolita de Irureta Goyena |
Parece que en mi vida de 77 años un sillón siempre ha estado a mi lado (o yo sentado en él). El primero del cual me acuerdo estaba en mi casa en Coghlan en Buenos Aires y posé con mi abuelita el día de mi primera comunión.
El sillón de mi mamá - Alejandra y Hilary Waterhouse-Hayward |
Un segundo era un sillón alto que mi mamá usaba en Veracruz para enseñar. Sufría terribles mareos por su Vértigo Meniere. Años después, por sucio lo retapizamos en plástico verde y hace unos pocos años desapareció de la casa y de mi memoria.
Santa Claus (la madrina de Ale, Rosavelia, Rosemary y Alejandra en Arboledas, Estado de México |
Mi mamá, Filomena de Irureta Goyena, Alejandra, Rosemary y Hilary. El idiota parado soy yo. |
Un tercer
sillón lo construí en mi tallercito and Arboledas, estado de Mexico. Llegó hasta
Vancouver pero poco después mi Rosemary me dijo que necesitábamos uno nuevo. Lo
tiré pero lloré.
En Vancouver en mi estudio en el centro, en la esquina de Robson y Granville tenía un sillón psiquiátrico que usaba para posar a muchas mujeres en paños menores. Al cerrar mi estudio pude traerlo an nuestra casa en Kerrisdale y de allí a donde vivimos ahora en Kitsilano. Ántes de la movida lo mandé a retapizar en una tela divina de color bermejo. Ahora está en nuestra pieza con el piano.
Linda Lorenzo en el sillón bermejo |
El último
sillón no es mío. Es de mi amiga, la notable artista argentina Nora Patrich.
Cuando vivía en Vancouver usamos el sillón para posar a mucha gente (con ropa y
sin). Nora se mudó a Buenos Aires y se lo llevó. En varias visitas mías a su
casa lo usé para posar una que otra mujer. La última foto, la que uso para acompañar el Sillón de Jacinto de Julio Cortázar es ese sillón de Nora cuando estaba en Vancouver. La modelo es una hermosa mujer llamada Pam.
Yuki - Bella Vista, Provincia de Buenos Aires |
Pam en el sillón de Nora Patrich en Vancouver |
El Sillón
de Jacinto
Historias
de Cronopios y de Famas – Julio Cortázar
En casa del
Jacinto hay un sillón para morirse.
Cuando la
gente se pone vieja, un día la invitan a sentarse en el sillón, que es un
sillón como todos pero con una estrellita plateada en el centro del respaldo.
La persona invitada suspira, mueve un poco las manos como si quisiera alejar la
invitación y después va a sentarse en el sillón y se muere.
Los chicos,
siempre traviesos, se divierten en engañar a las visitas en ausencia de la
madre, y las invitan a sentarse en el sillón. Como las visitas están enteradas,
pero saben que de eso no se debe hablar, miran a los chicos con gran confusión
y se excusan con palabras que nunca se emplean cuando se habla con los chicos,
cosa que a éstos los regocija extraordinariamente. Al final las visitas se
valen de cualquier pretexto para no sentarse, pero más tarde la madre se da
cuenta de lo sucedido y a la hora de acostarse hay palizas terribles. No por
eso escarmientan, de cuando en cuando consiguen engañar a alguna visita cándida
y la hacen sentarse en el sillón. En esos casos los padres disimulan, pues
temen que los vecinos lleguen a enterarse de las propiedades del sillón y
vengan a pedirlo prestado para hacer sentar a una u otra persona de su familia
o amistad. Entre tanto los chicos van creciendo y llega un día en que sin saber
por qué dejan de interesarse por el sillón y las visitas. Más bien evitan
entrar en la sala, hacen un rodeo por el patio, y los padres, que ya están muy
viejos, cierran con llave la puerta de la sala y miran atentamente a sus hijos
como queriendo leer-su-pensamiento. Los hijos desvían la mirada y dicen que ya
es hora de comer o de acostarse. Por las mañanas el padre se levanta el primero
y va siempre a mirar si la puerta de la sala sigue cerrada con llave, o si
alguno de los hijos no ha abierto la puerta para que se vea el sillón desde el
comedor, porque la estrellita de plata brilla hasta en la oscuridad y se la ve
perfectamente desde cualquier parte del comedor.
Más Cortázar
Como ojos que empezaban a abrirse más allá
Pero el amor esa palabra
A un dios desconocido
Del colorado al amarillo
Reunión con un círculo rojo
La protección inútil
el tubo de dentífrico
Tu corazón desconcertado
Más Cortázar
Como ojos que empezaban a abrirse más allá
El absurdo infinito
Las líneas de la mano
Milonga - la Cruz del Sur
La diosa leontocéfala
Veredas de Buenos Aires
Instrucciones para subir una escalera al revés
Instrucciones para subir una escalera
Terminan siendo seis
Estación de la mano
Tu más profunda piel
La verdadera cara de los ángeles
Riesgos para vivir
En un vaso de agua fría o preferentemente tibia
Orientación de los gatos
HidromuríasLas líneas de la mano
Milonga - la Cruz del Sur
La diosa leontocéfala
Veredas de Buenos Aires
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Instrucciones para subir una escalera
Terminan siendo seis
Estación de la mano
Tu más profunda piel
La verdadera cara de los ángeles
Riesgos para vivir
En un vaso de agua fría o preferentemente tibia
Orientación de los gatos
Las líneas de la mano
Ventanas a lo insólito
El guante izquierdo enamorado de la mano derecha
La puerta condenada
Ventanas a lo insólito II
Las líneas de la mano II
Toco tu boca
El hijo del vampiro
Y tiene medias de mujer
Patio de tarde
Pectoral primero
Resumen de otoño
La cara
London City
La explicación es un error bien vestido
o mirar a las rayuelas
Resumen de otoño II
Este jarrito verde
Sonreía sin sorpresa
Resumen de otoño III
El besoVentanas a lo insólito
El guante izquierdo enamorado de la mano derecha
La puerta condenada
Ventanas a lo insólito II
Las líneas de la mano II
Toco tu boca
El hijo del vampiro
Y tiene medias de mujer
Patio de tarde
Pectoral primero
Resumen de otoño
La cara
London City
La explicación es un error bien vestido
o mirar a las rayuelas
Resumen de otoño II
Este jarrito verde
Sonreía sin sorpresa
Resumen de otoño III
Pero el amor esa palabra
A un dios desconocido
Del colorado al amarillo
Reunión con un círculo rojo
La protección inútil
el tubo de dentífrico
Tu corazón desconcertado