Ayer mi
Rosemary y yo fuimos a un vivero llamado Garden Works para comprar macetas que puedan
resistir el frío de invierno de Vancouver. En la sección de regalos (cada vez
más grande) vi esta tableta de chocolate amargo alemán y enseguida decidí que tenía que
comprarla para regalarla a mi nieta
Rebecca. Sospecho que alguien con un lindo sentido de humor pensaría de
la película Breakfast at Tiffany’s con Audrey Hepburn. Se me ocurrió combinar
la palabra plaga con escritores sudamericanos en Google y encontré el hermoso cuento de
Mario Benedetti.
Chocstars.Ltd
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Yesterday my Rosemary and
I went to Burnaby’s Garden Works to buy pots for our deck garden. The
ones that come from Italy are highly fired and they resist our Vancouver cold
and frost. While there in the gift department, it gets larger and more
surprisingly varied every time we go, I saw this dark chocolate bar from Germany. I immediately
thought of my granddaughter Rebecca. It is obvious that someone may have been
thinking of Audrey Hepburn in Breakfast at Tiffany’s when it was designed. When
I got home I decided to Google plague (plaga in Spanish) with a few South
American authors. I hit pay dirt when I found Uruguayan author Mario Benedetti’s
La plaga de chocolates (translated
into English below the Spanish version. The Spanish version reveals only in the next to last paragraph that our protagonist is a woman.
La plaga de
chocolates - Mario Benedetti
Los conoció
de la mano de su abuelo. Saboreó el primero como a los primeros tragos de leche
del seno materno. Volvió por más dos o tres veces seguidas. El anciano nunca le
negaría nada, pero ya se había terminado el obsequio que festejaba su
jubilación de barrer las calles, se había ido entre los labios de su nieta, las
más pequeña de la casa.
La pobreza,
los infortunios y una serie de ridículas casualidades impidieron que volviera a
probarlos. Su familia tuvo la oportunidad de comprar un televisor, de comer
carne, incluso de salir de la ciudad y conocer otros rumbos, pero nunca de
probarlos otra vez.
Los pedía
en cada cumpleaños y en las navidades. Varias veces la atraparon cuando intentó
robarlos, pero sólo terminaba maldiciendo el mal congénito que le había dado un
pie deforme. Con el paso de los años se esfumó el deseo y se acostumbró al
salado beso del olvido.
No fue
hasta esa noche, ahora siendo madre de una hermosa jovencita, cuando un
muchacho tocó a su puerta. La mujer, cojeando, fue a abrirle para dejarlo
entrar con una enorme caja repleta.
Esa misma
noche vio a su hija comerlos todos, uno por uno, embarrándose la comisura de
los labios. Y aunque se le ofreció la oportunidad de volver a probarlos, la
mujer prefirió quedarse con un recuerdo dulce, añejo y triste.
The plague of chocolates - Mario Benedetti - my translation
She met her first one from the hand of her grandfather's
hand. She tasted the first one like that first one from her mother’s breast. She
back for more two or three times in a row. The old man would never deny her
anything, but the gift celebrating his retirement of sweeping the streets was
over, it had gone between the lips of his granddaughter, the smallest of the
house.
Poverty, misfortunes and a series of ridiculous coincidences
prevented me from trying them again. Her family had the opportunity to buy a
TV, to eat meat, even go out of town and know other places, but never to try
them again.
She asked for them on every birthday and Christmas. Several
times she was caught when she tried to steal them, but she only ended up
cursing the congenital evil that had given her a deformed foot. Over the years
the desire vanished and she became accustomed to the salty kiss of oblivion.
It was until that night, now being a mother of a beautiful
young lady, when a boy knocked on her door. The woman, limping, went to open
him up to let him in with a huge full box.
That same night he saw his daughter eat them all, one by
one, muddy lip compound. And although she was offered the opportunity to try
them again, the woman preferred to stay with a sweet, old, sad memory.