Compuesta tras la batalla de Malplaquet (1709),
que enfrentó a los ejércitos de Gran Bretaña y Francia, durante la Guerra de
Sucesión Española. A pesar de su derrota, los franceses creyeron muerto en la
batalla a su enemigo John Churchill, duque de Marlborough, que es a quien se
dedica la canción burlesca. La melodía de la canción parece ser aún más
antigua: según Chateaubriand, es de origen árabe y habría llegado a Francia
llevada por los cruzados.
La canción se popularizó en tiempos de Luis
XVI: una de las nodrizas del delfín solía cantarla; la canción agradó a los
reyes y pronto se difundió por Versalles y luego por todo el país. A España
llegó por influencia de los Borbones, con el nombre Marlborough reducido a un
más pronunciable Mambrú. Solían cantarla sobre todo las niñas, típicamente
acompañando al juego de rayuela.
El tema de la canción fue empleado por
Beethoven en su obra La Victoria de Wellington, sobre la derrota napoleónica de
Vitoria en 1813 para simbolizar a Francia
Existen también versiones en otros idiomas. La
inglesa, cantada con el estribillo For he is a jolly good fellow ha dado lugar a
la canción del mismo nombre, conocida en España como Es un muchacho excelente y
en Argentina, Chile, México, Paraguay, Perú y Uruguay (entre otros países de
Latinoamérica) como Porque es un buen compañero. Es interesante señalar que, si
bien la música de 'Malbrough s'en va-t-en guerre', 'For he is a jolly good
fellow' y la versión española de Es un muchacho excelente son prácticamente
iguales, no ocurre lo mismo con la versión española de 'Mambrú se fue a la
guerra' que ha sufrido una adaptación musical diferente.
En Argentina, la poetisa y cantautora María
Elena Walsh popularizó esta melodía entre los chicos, durante las décadas de
1960 y 1970 fundamentalmente. También la misma autora escribió otras canciones
en homenaje a Mambrú como la Canción del estornudo.
No hay niño en cualquiera primaria en Buenos
Aires a fines de los 40 y principios de los 50 que no cantara en clase la
canción Mambrú se fué a la guerra. Era una de mis favoritas. Al ver mi foto de
la modelo japonesa Helen con su abanico se me ocurrió buscar alguna poesía o
escrito sobre el abanico. ¡Vaya mi sorpresa de encontrar algo por el escritor
uruguayo Mario Benedetti sobre Mambrú y su abanico (no japonés).
Mambrú se fue a la guerra
Mambrú se fue a la guerra
LA
VUELTA DE MAMBRÚ - Mario Benedetti
Cuando Mambrú se fue a la guerra, llevaba una
almohadilla y un tirabuzón. La almohadilla para descansar después de las
batallas y el tirabuzón para descorchar las efímeras victorias.
También llevaba un paraguas contra venablos,
aguaceros y palabrotas; un anillo de oro para la suerte y contra los orzuelos y
un llavero con la llave de su más íntimo desván.
Como a menudo le resultaba insoportable la
ausencia de la señora de Mambrú, llevaba un ejemplar del “Cantar de los
Cantares”, a fin de sobrellevar los veranillos de San Juan, un abanico persa y
otro griego.
Llevaba una receta de sangría para sobornar al
cándido enemigo y para el caso de que este no fuera sobornable llevaba un
arcabuz y un verduguillo.
Así mismo unas botas de potro que rara vez
usaba, ya que siempre le había gustado caminar descalzo y un calidoscopio
artesanal, debido probablemente a que Marei, Edison y Lumiere no habían nacido
para inventar el cine.
Llevaba por último, un escudo de arpillera
porque los de hierro pesaban mucho y dos o tres principios fundamentales
mezclados con la capa bajo el morrión.
Nunca se supo como le fue a Mambrú en la
guerra, ni cuantas semanas o siglos se demoró en ellas. Lo cierto es que no
volvió para la Pascua ni para Navidad. Por el contrario, transcurrieron
centenares de Pascuas y Navidades sin que volviera o enviara noticias. Ya nadie
se acordaba de él ni de su perra. Nadie cantaba ya la canción que en su tiempo
era un hit.
Y sin embargo, fue en medio de esa amnesia que
regresó en un vuelo regular de Iberia, exactamente el miércoles pasado. Tan
rozagante que nadie osó atribuirle más de un siglo y medio. Tan lozano
que parecía el bisnieto de Mambrú.
Por supuesto ante retorno tan insólito hubo una
conferencia de prensa en el abarrotado salón Vip. Todos querían conocer las
novedades que traía Mambrú después de tanta guerra. Cuántas heridas, Cuántos
grilletes. Cuántos casus belis. Cuántos pillajes y zafarranchos de combate.
Cuánto orgullo, cuántas lecciones. Cuántos laureles, cuántas medallas y cruces
y chafalonías.
Ante el asedio de micrófonos que diecinueve
hombres de prensa blandían como cachiporras, Mambrú, oprimido pero afable solo
alcanzó a decir: —Señores no sé de qué me están hablando. Traje una brisa con
arpegios, una paciencia que es un río, una memoria de cristal. Un ruiseñor, dos
ruiseñoras, traje una flecha de arco iris y un túnel pródigo de ecos. Tres
rayos tímidos y una sonata para grillo y piano. Un lorito tartamudo y una
canilla que no tose. Traje un teléfono de ensueño y un aparejo para náufragos.
Traje éste traje y otro más. Y un faro que baja los párpados, traje un limón
contra la muerte y muchas ganas de vivir.
Fue entonces que nació la calma y hubo un
silencio transparente. Un necio adujo que las pilas se hallaban húmedas de
llanto y que por eso los micrófonos estaban sordos y perplejos.
Poquito a poco aquel asedio se fue estrechando
en un abrazo y Mambrú viejo y joven y único sintió por fin que estaba en
casa.