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Wednesday, April 15, 2020

Donde la Espalda Pierde su Nombre


 


Mi abuela María de los Dolores Reyes de Irureta Goyena nació en Manila pero se educó en Valencia en el siglo 19.

Ella me enseñó muchas expresiones y refranes populares de su juventud. Como vivía en la era victoriana usaba palabras que eran eufemismos por las que eran prohibidas. Un ejemplo era, “en donde la espalda pierde su nombre.” Pero igual me decía que un vaso que yo creía era de cristal, según ella era “culo de vaso”. A veces ese lugar, en donde la espalda pierde, su nombre era un trasportín o donde estaba la cara fea con el ojo que no ve.




Al repasar las fotos de mi amiga Shelina que tomé en 1978 me vino la idea de combinarlas con unas hermosas palabras  del poeta/escritor uruguayo Eduardo Galeano.





Gente curiosa (Eduardo Galeano)


Soledad, de cinco años, hija de Juanita Fernández:
-¿Por qué los perros no comen postre?
Vera, de seis años, hija de Elsa Villagra:
-¿Dónde duerme la noche?¿Duerme aquí, abajo de la cama?
Luis, de siete años, hijo de Francisca Bermúdez:
-¿Se enojará Dios, si no creo en él? Yo no sé cómo decírselo.
Marcos, de nueve años, hijo de Silvia Awad:
-Si Dios se hizo solo, ¿cómo pudo hacerse la espalda?
Carlitos, de cuarenta años, hijo de María Scaglione:
-Mamá, ¿a qué edad me sacaste la teta? Mi psicóloga quiere saber.

Eduardo Galeano, en Bocas del tiempo