In my files I have found 9 exposures of a woman posing with
a book, a feather pen and a raven. I cannot remember her name. But I do recall
that I drove to the Raven Pub in North Van in the early 80s to borrow a stuffed
raven they had there.
Since I would like to place the photograph in a blog I
decided to connect the poet to another poet, Jorge Luís Borges in a beautiful
description by Roberto Bolaño who wrote of his visit to Borges’s tomb in
Geneva. At the cemetery of Plainpalais , Bolaño sits downs on a bench in front
of the tomb and writes (my translation):
I sit on a bench in
front of the tomb and a raven says something with a hoarse sound, not far from
me. A raven! It is as if I were not in Geneva but within a Poe poem.
Below is the full
account in Spanish
En el libro
de Roberto Bolaño, "Entre paréntesis", se puede leer en su página 144
el siguiente texto (de precioso título, todo hay que decirlo) a propósito de su
venerado Jorge Luis Borges:
"BORGES Y LOS CUERVOS
Estoy en
Ginebra y busco el cementerio en donde está enterrado Borges. La mañana es fría
y otoñal, aunque por el este se vislumbran unos cuantos rayos de sol que hacen
sonreír a los ginebrinos, gente obstinada y de gran tradición democrática. El
Plainpalais, el cementerio en donde está Borges, es el cementerio ideal: dan
ganas de venir aquí cada tarde a leer un libro, sentado delante de la tumba de
algún consejero de Estado. Más que un cementerio esto parece un parque, un
parque extremadamente cuidado hasta en sus más pequeños detalles. Cuando le
pregunto al sepulturero por la tumba de Borges, mira el suelo, mueve la cabeza
y me indica el lugar con palabras precisas. No hay forma de perderse. Por sus
palabras es fácil deducir que el tránsito de visitantes es continuo. Pero esta
mañana el cementerio está literalmente vacío. Y cuando por fin llego a la tumba
de Borges no hay nadie en los alrededores. Pienso en Calderón, pienso en los
románticos ingleses y alemanes, pienso en lo extraña que es la vida, o mejor dicho:
no pienso absolutamente nada. Sólo miro la tumba, la piedra grabada en donde
está escrito el nombre de Jorge Luis Borges, el año de su nacimiento, el año de
su muerte y un verso en lengua germánica. Y luego me siento en un banco que
está enfrente de la tumba y un cuervo dice algo, con un sonido ronco, a pocos
pasos de mí. ¡Un cuervo! Como si en lugar de estar en Ginebra estuviéramos en
un poema de Poe. Sólo entonces me doy cabal cuenta de que el cementerio está
lleno de cuervos, enormes cuervos negros que se suben a las lápidas o a las
ramas de los viejos árboles o que corren por el cuidado césped del cementerio
de Plainpalais. Y entonces siento ganas de caminar, de recorrer más tumbas, tal
vez con suerte pueda encontrar la de Calvino, y eso hago, cada vez más
inquieto, mientras los cuervos me siguen sin traspasar los límites estrictos
del cementerio, aunque supongo que alguno de vez en cuando sale volando de allí
y se va a posar en las orillas del Ródano o en las orillas del lago, para
contemplar a los cisnes y los patos, con algo de desdén, claro."