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Saturday, January 12, 2013

Ángeles En La Zona Roja

Tiempo de ángeles
A time of angels
Homero Aridjis
english version George McWhirter
Fondo de Cultura Económica, Mexico City, 2012


Zona roja




Seguí el ángel patudo por la zona roja
Iba descalzo dejando huellas doradas en el pavimento.
Huellas que enseguida el silencio borraba.
Pasó sin dejar limosna a las indias mazahuas.
Pasó junto a los coches en doble fila,
ignoró a los policías y a las prostitutas.
Era sábado en la noche y había ruido
en el cuerpo y la cabeza de las gentes.
Era sábado en la noche y la ciudad gritaba.


El ángel atravesó una pared arañada
y se halló en la recámara de un prostíbulo.
Una esfinge de carne y hueso estaba echada en una cama.
Un hombre trataba de abrir una ventana sucia
que daba a un muro negro, pero no podía abrirla,
porque el marco estaba fuera de sitio.
Un ciego con cara de ídolo borracho,
palpaba las formas redondas de un maniquí femenino
y se ponía los lentes con ojos azules pintados.





Los pasillos estaban llenos de maridos, de jóvenes barrosos
Y de muchachas locas. Una de ellas tenía la boca grande,
Los pechos fláccidos, los muslos numerados,
El ángel nunca había visto un rostro tan solitario
como el suyo. Ni ojos tan llenos de penumbra
como los suyos, en el vidrio de la puerta.
Ojos negros, cafés, azules, verdes y transparentes.
Ojos que podían atravesar las paredes y los cuerpos.
Era la primera vez que él se veía a sí mismo en un espejo





El ángel nunca había bebido alcohol ni había bailado.
Creía que cuando las parejas se abrazaban en el salón
Lo hacían para volar juntas o para hacerse un solo cuerpo.
Observaba de cerca a una mujer a la que le habían roto la boca
Y se preguntaba si sería capaz de decir las palabras completas.
No imaginaba por qué estaba una niña desnuda en una habitación
ni por qué la muchacha morena llevaba el pelo verde
ni por qué los pechos y las piernas femeninas tenían precio.
Él solo calculaba la soledad del paraguas en la silla.




Afuera un desesperado andaba al borde de un edificio.
Tenía la intención de saltar hacia el vacío
y las gentes de abajo esperaban que así lo hiciera.
Esa noche tenían ganas de ver un suicidio. En la calle,
clientes y prostitutas reconocieron al ciego borracho.
-No verá su sombra que se precipita hacia el abismo
-dijo un joven greñudo, cuando el otro se lanzó contra si mismo.
Pero no cayó al suelo. Sólo cayó su grito.
Sostenido por el ángel, se quedo parado en las alturas.



Red light district

Through the red light district I followed the angel with the big feet.
Shoeless it went, leaving gold prints on the sidewalk,
footfalls blotted out at once by the silence.
It passed without giving alms to the Mazahua women.
Passed alongside cars, double-parked,
oblivious to police and prostitutes.
It was Saturday night and there was a clamoring
in people’s heads and bodies;
it was Saturday night and the city was screaming.

Through a scratched up wall the angel passed
and found itself in the bedroom of a brothel.
A sphinx of flesh and bone was sprawled on the bed.
A man was straining to open a dirty window
that looked out on a black wall, but couldn’t
because its frame was crooked.
A blind man with the face of a drunken idol
was putting on glasses with blue eyes painted on the lenses
and feeling his way round the curves of a female mannequin.



The passageways were jammed with married men, pimply
kids and wild young women. One of them had a large mouth,
lolling breasts and numbers stamped on her thighs.
Never had the angel seen such a lonely face
as hers, nor eyes so full of penumbra
as his in the glass on the door. Black eyes, brown,
blue, green and transparent eyes.
Eyes that could pass through the walls and bodies.
It was its first time, seeing itself in a mirror.

The angel had never drunk liquor nor danced.
It believed that couples hugging in the hall
did it to fly together, or to be made into the one body.
One woman whose mouth had been split open,
it studied closely, and wondered if she could shape whole words.
It couldn’t take in why a little girl was naked in a room
or why the dusky one had had her hair done green
or why females’ legs and breasts had a price on them.
It only gauged the loneliness of the umbrella on the chair.

Outside, a desperate man walked to the edge of a building,
Intending to spring into the emptiness
and the people below waited for him to do it.
That night they felt like seeing a suicide.
Prostitutes and customers in the streets recognized the drunken
Blindman. ‘He won’t see his own shadow hit bottom,’
said a shaggy-haired youngster while the other man hurled himself
at himself.
But did not fall. Only his cry fell.
Plucked up by the angel, he was held on high.