Cómo te llamas, Jesús fue la respuesta, y no dijo de Nazaret porque antes ya lo había declarado, como ella, por ser aquí donde vivía, no dijo de Magdala, cuando, al preguntarle él a su vez el nombre, respondió que María. Con tantos movimientos y observaciones, acabó María de Mágdala de vendar el dolorido pie de Jesús, rematando con un sólida y pertinente atadura, Ya está dijo ella. Cómo puedo agradecértelo, preguntó Jesús, y por primera vez sus hojos tocaron los hojos de ella, negros, brillantes como azabache, de donde fluía, como agua que sobre agua corriera, una especie voluptuosa veladura que alcanzó de lleno el cuerpo secreto de Jesús. La mujer no respondió de inmediato, lo miraba, a su vez, como valorándolo, comprobando qué clase de hombre era, que de dineros ya se veía no aldababa bien provisto el pobre mozo, al fin dijo, Guárdame en tu recuerdo, nada más, y Jesús, No olvidaré tu bondad, y luego llenándose de ánimo, No te olvidaré, Por qué sonrió la mujer, Porque eres hermosa, Pues no me conociste en los tiempos de mi belleza, Te conozco en la belleza de ahora...
Si quieres agradecérmelo, quédate este día conmigo, No puedo, Por qué, No tengo con que pagarte, Gran novedad ésa, No te rías de mí, Tal vez no lo creas, pero más fácilmente me reiría de un hombre que llevara la bolsa bien llena, No es sólo cuestión de dinero, Qué es entonces. Jesús se calló y volvió la cara hacia el otro lado. Ella no lo ayudó, podía haberle preguntado, Eres virgen, pero se mantuvo callada, a la espera. Se hizo un silencio tan denso y profundo que parecía que sólo los dos corazones sonaban, más fuerte y más rápido el de él, el de ella inquieto con su propia agitación.
Jesús dijo, Tus cabellos son como un rebaño de cabras bajando por las laderas de las montañas de Galad. La mujer sonrió y permaneció callada. Después Jesús dijo, Tus hojos son como las fuentes de Hesebon, junto a la puerta de Bat-Rabín. La mujer sonrió de nuevo, pero no habló. Entonces volvió Jesús lentamente el rostro hacia ella y le dijo, No conozco mujer. María le tomó las manos, Así tenemos que empezar todos, hombres que no conocían mujer, mujeres que no conocían hombre, un día el que sabía enseñó, el que no sabía aprendió, Quieres enseñarme tú para que tengas otro motivo de gratitud, Así nunca acabaré de agradecerte, Y yo nunca acabaré de enseñarte. María se levantó, fue a cerrar la puerta del patio…
Luego, juntos, Jesús amparado, como antes hiciera, en el hombro de María, prostituta de Mágdala que lo curó y lo va a recibir en su cama, entraron en la casa, en la penumbra propia de un cuarto fresco y limpio. La cama no es aquella rústica estera tendida en el suelo, con un cobertor pardo encima que Jesús siempre vio en casa de sus padres mientras allí vivió, éste es un verdadero lecho como aquel del que alguien dijo, Adorné mi cama con cobertores, con colchas bordadas de lino de Egipto, perfumé mi lecho con mirra, aloes y cinamomo.
El Evangelio segun Jesucristo
José Saramago - 1999
José Saramago
Luego, juntos, Jesús amparado, como antes hiciera, en el hombro de María, prostituta de Mágdala que lo curó y lo va a recibir en su cama, entraron en la casa, en la penumbra propia de un cuarto fresco y limpio. La cama no es aquella rústica estera tendida en el suelo, con un cobertor pardo encima que Jesús siempre vio en casa de sus padres mientras allí vivió, éste es un verdadero lecho como aquel del que alguien dijo, Adorné mi cama con cobertores, con colchas bordadas de lino de Egipto, perfumé mi lecho con mirra, aloes y cinamomo.
El Evangelio segun Jesucristo
José Saramago - 1999
José Saramago